19.7.11

Prólogo al Nuevo Testamento de Rialp. Autor: Mons. Angel Suquía

La lectura y escucha de la Palabra de Dios tiene su momento privilegiado en la proclamación litúrgica, pero no puede reducirse sólo a ella. Es necesario un contacto personal, una meditación reposada, como hacía la Santísima Virgen. De esa manera se prepara y se prolonga la Palabra proclamada en la Liturgia. Además el conocimiento de la Biblia y muy particularmente del Nuevo Testamento prepara al cristiano para la misión evangelizadora y para dar razón de su esperanza a todo el que se la pida. Conocer las Escrituras es conocer a Cristo, según decía San Jerónimo. La Escritura es por ello el Libro por excelencia para un cristiano. La gran tarea de evangelización que la Iglesia tiene encomendada requiere una siembra abundante de la Palabra de Dios. Una difusión del Nuevo Testamento que pretenda llegar al mayor número posible de personas y familias es sin duda una de las formas más eficaces de siembra. El Nuevo Testamento, que ya va haciéndose imprescindible en las clases de religión, en las catequesis familiares y parroquiales y en los grupos de oración, está llamado a ser el amigo inseparable de cada cristiano.

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