Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y
Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una
piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos,
paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
.
Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta
y ocho años.
Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que
estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".
El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja
en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro
desciende antes".
Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y
camina".
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Sermón 8 para el Primer Viernes de Cuaresma, Autor: Juan Taulero
Esta piscina... representa a la
persona de nuestro Señor Jesucristo, digno de amor, y el agua removida en esta
piscina, es la sangre bendita del Hijo de Dios tan querido, Dios y hombre, que
nos lavó a todos con su sangre preciosa y que, por amor, quiere lavar a todos
los que acuden a Él (1P 1,19; Ap 7,14)...
Los
enfermos pueden simbolizar a los hombres entregados al orgullo, a la cólera, al
odio, a la avaricia, a la lujuria, lo que nos da a entender que todos los
enfermos de este género, que pueden lavarse en la sangre de Cristo, serán
completamente curados, si quieren sumergirse en esta agua. Los cinco pórticos
de esta piscina pueden representar, en cierto sentido, las cinco heridas
sagradas de nuestro Señor, por las cuales y en las cuales todos nosotros hemos
sido salvados... Bajo estos pórticos de la piscina se albergaban un gran número
de enfermos, y el que descendía a la piscina, en cuanto se agitaba el agua,
quedaba completamente curado. ¿Qué significan pues esta agitación y este
contacto, sino que el Espíritu Santo desciende desde lo alto sobre el hombre, y
toca el interior del hombre, provocando allí una gran agitación, y que el
interior de este hombre verdadera y completamente ha cambiado? No
prueba más las cosas que le gustaban antes; y lo que le horrorizaba, ahora es
su goce.
El desprecio, la pobreza exterior e interior, la renuncia, la vida interior, la humildad, el despego de todas las cosas creadas: he aquí lo que hace ahora su mayor felicidad. Cuando este contacto se efectua, el enfermo, es decir el hombre exterior, desciende por completo al fondo de la piscina, y se lava en Cristo, en su sangre preciosísima y, por la virtud de este contacto, seguramente queda curado, como también está escrito en otro lugar: "todos los que le tocaban quedaron curados" (Mt 14,36).
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