18.4.13

Hablar con Dios, Tomo II, N° 66

La unidad invisible de la Iglesia tiene múltiples manifestaciones visibles. Momento privilegiado de esta unidad tiene lugar en el sacramento que recibe precisamente el nombre de Comunión, en ese augusto Sacrificio que es uno en toda la tierra. Uno es el Sacerdote que lo ofrece, una la Víctima, uno el pueblo que también lo ofrece, uno el Dios a quien se ofrece, uno el resultado de la ofrenda: Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan (1 Cor 10, 17). Lo mismo que este pan era ayer todavía un puñado de granos sueltos, así los cristianos, en la medida de su unión con Cristo, se funden en un solo cuerpo, aunque provengan de lugares y condiciones bien diversas. «En el sacramento del pan eucarístico –afirma el Concilio Vaticano II– se representa y se reproduce la unidad de los fieles»(Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium),. Es «el sacramento de la caridad»(Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 73, a. 3), que reclama la unión entre los hermanos.

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