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Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 23,3; Autor: San Agustín
Todos los hombres son antorchas que pueden encenderse y apagarse. Y las lámparas, cuando son sabias, lucen y dan calor espiritual. Los siervos de Dios son lámparas buenas por el óleo de su misericordia, no por sus fuerzas. Porque aquella gracia gratuita de Dios es el aceite de las lámparas.
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