Quizá no se trate, normalmente, de sufrir grandes violencias físicas por causa del Evangelio, sino de soportar murmuraciones y calumnias, sonrisas burlonas, discriminaciones en el lugar de trabajo, pérdida de ventajas económicas o de amistades superficiales... A veces, quizá en la misma familia o con los amigos será necesaria una buena dosis de serenidad y fortaleza sobrenatural para mantener una postura coherente con la fe. Y en esas incómodas situaciones se puede presentar la tentación de escoger el camino fácil y evitar en los otros un movimiento de rechazo, de incomprensión, incluso de burla, a costa de ceder en la postura que debe mantener siempre un buen cristiano; puede meterse en el alma la idea de no perder amigos, de no cerrarse puertas por las que quizá será necesario pasar más tarde... Viene la tentación de dejarse llevar por los respetos humanos, ocultando la propia identidad, la condición de discípulos de Cristo que quieren vivir muy cerca de Él.
En esas situaciones difíciles, el cristiano no debe preguntarse qué es lo más oportuno, aquello que será bien acogido o aceptado, sino qué es lo mejor, qué espera el Señor en aquella concreta circunstancia. Muchas veces los respetos humanos son consecuencia de la comodidad de no llevarse un pequeño mal rato, del afán de agradar siempre o del deseo de no distinguirse dentro de un grupo. Y quizá el Señor espera eso, que nos distingamos, que seamos coherentes con la fe y el amor que llevamos en el corazón, que expresemos, aunque solo sea con el silencio, con unas pocas palabras, con un gesto o con una actitud... nuestras convicciones más profundas. Esta firmeza en la fe, que se transparenta en la conducta, es frecuentemente, sin darnos cuenta, el mejor modo de expresar el atractivo de la fe cristiana, y el comienzo del retorno de muchos hacia la Casa del Padre.
Para muchos que comienzan a seguir a Cristo, este es uno de los principales obstáculos que se presentarán en su camino. «¿Sabéis –pregunta el Santo Cura de Ars– cuál es la primera tentación que el demonio presenta a una persona que ha comenzado a servir mejor a Dios? Es el respeto humano», porque toda persona normal posee un sentido innato de vergüenza que la lleva a rehuir aquellas situaciones que la ponen en evidencia delante de los demás. Esta será nuestra mayor alegría: dar la cara por Jesucristo, cuando la ocasión lo requiera. Jamás nos arrepentiremos de haber sido coherentes con nuestra fe cristiana.( SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones.)
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