"¿Por qué nosotros ayunamos, y tus discípulos no?" ¿Por qué? Porque para vosotros el ayuno es un asunto de ley. No es un don espontáneo. El ayuno en sí mismo no tiene valor; lo que cuenta es el deseo del que ayuna. ¿Qué provecho pensáis sacar de vuestro ayuno, si ayunáis contrariados y forzados por una ley? El ayuno es un arado maravilloso para labrar el campo de la santidad. Pero los discípulos de Cristo están situados de lleno en el corazón del campo ya maduro de la santidad; comen el pan de la cosecha nueva. ¿Cómo se verían obligados a practicar ayunos que ya son caducados? "¿Pueden, acaso, ayunar los amigos del Esposo mientras el Esposo está con ellos?"
El que se casa se entrega por completo a la alegría y
participa en el banquete; se muestra afable y alegre con los invitados; hace
todo lo que le inspira su amor por la esposa. Cristo celebra sus bodas con la
Iglesia mientras vive sobre tierra. Por eso, acepta participar en las comidas a
donde se le invita, no se niega. Lleno de benevolencia y de amor, se muestra
humano, asequible y amable. ¿No viene para unir al hombre con Dios y hacer de
sus compañeros los miembros de la familia de Dios?
Asimismo, dice Jesús, " nadie cose una pieza de la
sábana nueva en un traje viejo". Esta sábana nueva, es el tejido del
Evangelio, que está tejido con el vellón del Cordero de Dios: un vestido real
que la sangre de la Pasión pronto teñirá de púrpura. ¿Cómo aceptaría Cristo
unir esta sábana nueva con la antigua del legalismo de Israel?... De la misma
manera, "nadie pone vino nuevo en odres viejos, sino el vino nuevo se pone
en odres totalmente nuevos". Estos odres nuevos, son los cristianos. Es el
ayuno de Cristo el que va a purificar estos odres de toda mancha, para que
guarden intacto el sabor del vino nuevo. El cristiano se convierte así en odre
nuevo preparado para recibir el vino nuevo, el vino de las bodas del Hijo,
pisado en la prensa de la cruz.
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