4.1.09

Getsemaní, pág. 157; Autor: Mons. Javier Echevarría

Nada más lejos del cristiano que un comportamiento mediocre, ramplón, que no se esfuerza por adentrarse en la vida de la gracia. Adopta Satanás una táctica muy sagaz con los cristianos: los persuade a no exagerar, quedándose sólo en un cumplimiento mínimo. Va arrancando poco a poco del alma el afán sano y santo de llegar más lejos, de portarse con coherencia en las diversas circunstancias, es decir, como personas que se conforman con una respuesta a medias. De esa falta de lucha para crecer brotan conductas chatas, ancladas en la comodidad, sin recursos para responder que no a la tentación, proclives a las claudicaciones.

La criatura es más auténticamente humana en la medida en que se perfecciona la imagen y semejanza de Dios (cfr. Gn 1, 26-27). En esta determinación encuentran el hombre y la mujer el sentido más hondo y más feliz de us existencia. Tenemos que rechazar la idea, desgraciadamente difundida, de que imitar a Crsito supone un nivel de conducta que nos supera. Nada más lejos de la verdad. Mientras no nos persuadamos de que, con la gracia de Dios, podemos lograr esa identificación, significa que seguimos pactando con la mediocridad, renunciando a la incomparable aventura de tratar a Cristo de cerca, como Amigo, Hermano, Maestro, Médico.

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