No te hallaba, Señor, de
fuera, porque mal te buscaba fuera, que estabas dentro. Está, pues, Dios en el
alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo:
¿Adónde te escondiste?
6.7.25
, de los Soliloquios con Dios; Autor: san Agustín
Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará
siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en
el Señor:
que lo oigan los
humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo
al Señor,
alabemos su Nombre
todos juntos.
Busqué al Señor: El
me respondió
y me libró de todos
mis temores.
Miren hacia El y
quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se
avergonzarán.
Este pobre hombre
invocó al Señor:
El lo escuchó y lo
salvó de sus angustias.
13.5.25
Comentario al Evangelio del jueves de la 1.ª semana de Adviento. en la página del Opus Dei
En los Evangelios, Jesús habla en repetidas ocasiones de la llegada del Reino de Dios. Algunos de sus contemporáneos pensaban que se trataba de un reino político, de la próxima restauración del antiguo poder de los reyes de Israel. Pero el Señor deja claro que es otro tipo de reino, que incluso está ya presente: “daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc 7,21). Como explica Orígenes, Jesús es el reino en persona, Él mismo es el "misterio del reino de Dios" que fue ofrecido a los discípulos.
En el pasaje de la Misa de hoy(Mt 7,21.24-27), Jesús nos explica cómo podemos entrar en contacto con su persona, empleando algunos verbos. No entra en el reino quien dice, quien sólo habla pero no hace nada, quien solo se conforma con llamarse cristiano. Ese hombre no entrará.
En cambio, pueden
entrar en su Reino quienes oyen sus palabras y las ponen en práctica. Una
manera concreta de oír sus palabras, de escuchar la voluntad de Dios es leer la
Palabra de Dios, por ejemplo con una atenta lectura del Evangelio todos los
días; y luego, intentar poner en práctica lo que hemos escuchado o leído,
haciendo nuestra la vida de Jesús.
“¿Quieres acompañar de cerca, muy de cerca, a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que pasó; vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora mismo, ser uno más en aquellas escenas”(San Josemaría, Vía Crucis, IXª estación.)
12.5.25
Sermón para la consagración de un obispo, Guelferbytanus n°32; PLS 2, 6378; Autor: San Agustín (354-430)
Aquel que gobierna
al pueblo debe entender ante todo que él es el servidor de todos. No debe
desdeñar su servicio... ya que el Señor de los Señores (1Tim 6,15) nunca
desdeñó ponerse a nuestro servicio.
Esta impureza de la
carne que se vislumbra entre los discípulos de Cristo como un deseo de
grandeza; el humo del orgullo que les nublaba la vista. De hecho, podemos leer:
“Una disputa surge entre ellos para saber quién era el más grande” (Lucas
22,24). Pero el Señor sanador estaba ahí; él reprimió sus ínfulas... Él les
mostró el ejemplo de humildad en un niño... Porque el orgullo es un gran mal,
el primer mal, el origen de todo pecado...
Por ello el apóstol
Pablo recomienda, entre otras virtudes de los responsables de la Iglesia, la
humildad (1Timoteo 3,6)... Cuando el Señor hablaba del ejemplo del niño: “El
que quiera ser el más grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” (Mateo
20,26)... Les hablo como obispo y mis advertencias me dan miedo a mí mismo...
Cristo vino a la tierra “no para ser servido, sino para servir, y dar su vida
para saldar la deuda de una multitud” (Marcos 10,45). Así fue como él sirvió,
así es el tipo de servidor que nos ordena ser. Él dio su vida, él nos redimió.
¿Quién entre nosotros puede redimir a alguien más? Nos redimió de la muerte con
su muerte, con su sangre. A nosotros que estábamos dispersos por la tierra, él
nos levantó con su humildad. Pero nosotros también debemos poner de nuestra
parte para sus miembros, porque nosotros fuimos hechos sus miembros. Él es la
cabeza, nosotros el cuerpo (Efesios 1,22). Y el apóstol Juan nos exhorta a
imitarlo: “Cristo dio su vida por nosotros; nosotros también debemos dar
nuestra vida por nuestros hermanos” (1Juan 3,16).
1.5.25
Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium”, 17
Como el Hijo fue enviado por el Padre, así también Él envió a los Apóstoles (cf. Jn 20,21) diciendo: “Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo” (Mt 28,19- 20). Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Por eso hace suyas las palabras del Apóstol: “¡Ay de mí si no evangelizare!” (1 Co 9,16), y sigue incesantemente enviando evangelizadores, mientras no estén plenamente establecidas las Iglesias recién fundadas y ellas, a su vez, continúen la obra evangelizadora.
29.4.25
Salmo 37(36),3-4.5-6.23-24.39-40.
Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra
y vive tranquilo:
que el Señor sea tu
único deleite,
y él colmará los
deseos de tu corazón.
Encomienda tu
suerte al Señor,
confía en él, y él
hará su obra;
hará brillar tu
justicia como el sol
y tu derecho, como
la luz del mediodía.
El Señor asegura
los pasos del hombre
en cuyo camino se
complace:
aunque caiga no
quedará postrado,
porque el Señor lo
lleva de la mano.
La salvación de los
justos viene del Señor,
él es su refugio en
el momento del peligro;
el Señor los ayuda
y los libera,
los salva porque
confiaron en él.
25.4.25
ORACIÓN PARA IMPLORAR SANTOS PAPAS; Autor: Mons. Athanasius Schneider
ORACIÓN PARA IMPLORAR SANTOS PAPAS
(por Mons. Athanasius Schneider)
San Pedro el primer Papa que murió crucificado al revés
¡Señor, ten piedad! - ¡Señor, ten piedad!
¡Cristo,
ten piedad! - ¡Cristo, ten piedad!
¡Señor,
ten piedad! - ¡Señor, ten piedad!
¡Señor Jesucristo, Tú eres el Buen Pastor!
Con tu mano todopoderosa guías tu Iglesia peregrina a
través de las tempestades de cada época.
Adorna a la Santa
Sede con santos Papas que no teman a los poderosos de este mundo ni se
comprometan con el espíritu de la época, sino que preserven, fortalezcan y
defiendan la fe católica hasta el derramamiento de su sangre, y observen,
protejan y transmitan la venerable liturgia de la Iglesia Romana.
Oh, Señor, concédenos
santos Papas que, inflamados con el celo de los Apóstoles, proclamen al mundo
entero:
“En ningún otro está la salvación [fuera de Cristo]; pues
no hay ningún otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres por el que podamos
ser salvados” (Hch 4,12).
Que a través de
una era de santos Papas, la Santa Sede, que es la patria para todos los que
promueven la fe católica y apostólica, brille siempre como cátedra de la verdad
para el mundo entero.
Escúchanos, oh Señor, y por la intercesión del Inmaculado
Corazón de María, Madre de la Iglesia, concédenos santos Papas, concédenos
muchos santos Papas.
¡Ten piedad de nosotros y escúchanos!
Amén.
20.4.25
Las Disertaciones, nº 3, Del ayuno; SC 349; Autor: Afraates (¿-c. 345) monje, obispo de Mossul
Los ninivitas ayunaron con un ayuno completo cuando Jonás les
predicó la conversión. (...) Esto es lo que está escrito: “Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, y aplacó el incendio de su ira” (Jon 3,10). No dice: “Vio que ayunaban a pan y agua y se vestían de saco y ceniza”, sino: “Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta”. Porque el rey de Nínive había dicho: “Que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos” (v. 8). Hicieron un ayuno sincero y fue aceptado.
Porque, amigo mío,
cuando se ayuna, la abstinencia de la maldad es siempre la mejor. Es mejor que
la abstinencia de pan y de vino, mejor que “humillarse a sí mismo, mover la
cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza” como dice Isaías (58,5).
En efecto, cuando el hombre se abstiene de pan, de agua o de cualquier
alimento, cuando se cubre de saco y ceniza y se aflige, eso es agradable a los
ojos de Dios. Pero lo que a Dios más le place es: “(...) desatar los lazos de
la maldad, y arrancar todo yugo de esclavitud” (v. 6). Entonces para este
hombre “brotará tu luz como la aurora, te precederá tu justicia, y serás como
huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan” (v. 8-11). No se
parece en nada a los hipócritas “que desfiguran su rostro para que los hombres
vean que ayunan” (Mt 6,16).
Evangelio según San Lucas 11,31-32
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio,
los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán,
porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que
es más que Jonás.
Salmo 51(50),3-4.12-13.18-19
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis
faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
Crea en mí, Dios mío, un corazón
puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo
aceptas:
mi sacrificio es un espíritu
contrito,
tú no desprecias el corazón contrito
y humillado.
Libro de Jonás 3,4-10.
Jonás comenzó a internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: "Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios,
decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande
hasta el más pequeño.
Cuando la noticia llegó al rey de
Nínive, este se levantó de su trono, se quitó su vestidura real, se vistió con
ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza.
Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: "Por decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; vístanse con ropa de penitencia hombres y animales; clamen a Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos.
Tal vez Dios se vuelva atrás y se
arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no perezcamos".
Al ver todo lo que los ninivitas
hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas
que les había hecho y no las cumplió.
9.4.25
Decreto PRESBYTERORUM ORDINIS N° 4 del Concilio Vaticano II sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros.
El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: "Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura" (Mc., 16, 15). Porque con la palabra de salvación se suscita la fe en el corazón de los no creyentes y se robustece en el de los creyentes.
Declaración del Concilio Vaticano II NOSTRA AETATE sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas
Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios.
31.3.25
Carta de San Pablo a los Romanos 8, 35-39
¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿Acaso las pruebas, la aflicción, la persecución, el hambre, la falta
de todo, los peligros o la espada? Como dice la Escritura: Por tu causa nos
arrastran continuamente a la muerte, nos tratan como ovejas destinadas al
matadero.
Pero no; en todo eso saldremos triunfadores gracias a Aquel que nos amó. Yo sé que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales, ya sean del cielo o de los abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
10.2.25
Hablar con Dios, Tomo 3, N° 32, Autor: Francisco Fernández Carvajal
Son pocos, efectivamente, en comparación a todos los
fieles que componen la Iglesia, los hombres a los que pide el Señor un
testimonio de la fe derramando su sangre, dando su vida en el martirio (mártir
significa testigo), pero sí nos pide a todos la entrega de la vida, poco a
poco, con heroísmo escondido, en el cumplimiento fiel del deber: en el trabajo,
en la familia, en la lucha por ser siempre coherentes con la fe cristiana, con
un ejemplo que arrastra y estimula. Por esto, no basta con que vivamos
interiormente la doctrina de Cristo: falsa fe sería aquella que careciera de
manifestaciones externas. Por pasividad, por afán de no comprometerse, no
pueden dar a entender los cristianos que no estiman su fe como lo más
importante de su vida o no consideran las enseñanzas de la Iglesia como un
elemento vital de su conducta. «El Señor necesita almas recias y audaces, que
no pacten con la mediocridad y penetren con paso seguro en todos los
ambientes" (J. ESCRIVA DE BALAGUER,
Surco, n. 405)
La crisis de la cultura en Europa; autor: Joseph Ratzinger, 1 de abril de 2005
Sobre todo, lo que necesitamos en este momento de la historia son hombres y mujeres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo. El testimonio negativo de los cristianos que hablan de Dios y viven contra él, ha oscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres y mujeres que tengan su mirada dirigida a Dios, para comprender la verdadera humanidad. Necesitamos hombres y mujeres cuyos intelectos estén iluminados por la luz de Dios y cuyos corazones estén dirigidos a Dios, para que sus intelectos puedan hablar con los intelectos de los demás, y para que sus corazones puedan abrirse a los corazones de los demás.
3.2.25
Ascética Meditada, pp. 72-73; Autor: Salvador Canals
Tu mal carácter, tus exabruptos, tus modales poco amables, tus actitudes carentes de afabilidad, tu rigidez (¡tan poco cristiana!), son la causa de que te encuentres solo, en la soledad del egoísta, del amargado, del eterno descontento, del resentido, y son también la causa de que a tu alrededor, en vez de amor, haya indiferencia, frialdad, resentimiento y desconfianza.
Es necesario que con tu buen carácter, con tu comprensión y tu afabilidad, con la mansedumbre de Cristo amalgamada a tu vida, seas feliz y hagas felices a todos los que te rodean, a todos los que te encuentren en el camino de la vida.
2.2.25
Hablar con Dios, Tomo 1, N° 15, Autor: Francisco Fernández Carvajal
Un alma triste está a merced de muchas tentaciones. ¡Cuántos pecados se han cometido a la sombra de la tristeza! Cuando el alma está alegre se vierte hacia afuera y es estímulo para los demás; la tristeza oscurece el ambiente y hace daño. La tristeza nace del egoísmo de pensar en uno mismo con olvido de los demás, de la indolencia ante el trabajo, de la falta de mortificación, de la búsqueda de compensaciones, del descuido en el trato con Dios.
El olvido de uno mismo, el no andar excesivamente preocupados en las propias cosas es condición imprescindible para poder conocer a Cristo, objeto de nuestra alegría, y para poder servirle. Quien anda excesivamente preocupado de sí mismo difícilmente encontrará el gozo de la apertura hacia Dios y hacia los demás.
Y para alcanzar a Dios y crecer en la virtud debemos estar alegres.
Por otra parte, con el cumplimiento alegre de nuestros deberes podemos hacer mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a Dios. Recomendaba San Pablo a los primeros cristianos: Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo (Gal 6, 2). . Y frecuentemente, para hacer la vida más amable a los demás, basta con esas pequeñas alegrías que, aunque de poco relieve, muestran con claridad que los consideramos y apreciamos: una sonrisa, una palabra cordial, un pequeño elogio, evitar tragedias por cosas de poca importancia que debemos dejar pasar y olvidar. Así contribuimos a hacer más llevadera la vida a las personas que nos rodean. Esa es una de las grandes misiones del cristiano: llevar alegría a un mundo que está triste porque se va alejando de Dios.
En muchas ocasiones el arroyo lleva a la fuente. Esas muestras de alegría conducirán a quienes nos tratan habitualmente a la fuente de toda alegría verdadera, a Cristo nuestro Señor.
28.1.25
Homilía sobre la Virgen Madre 2, Autor: San Bernardo de Claraval
Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María.
Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.
Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María.
Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas.
Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara
27.1.25
Hablar con Dios, Tomo 3, N.º 1, Autor: Francisco Fernández Carvajal
El cristiano que está unido a Cristo por la gracia convierte sus obras rectas en oración; por eso es tan importante la devoción del ofrecimiento de obras por las mañanas, al levantarnos, en la que, con pocas palabras, decimos al Señor que toda la jornada es para Él; renovarlo luego algunas veces durante el día, y principalmente en la Santa Misa, es de gran importancia para la vida interior
Hablar con Dios, Tomo 3, N.º 1, Autor: Francisco Fernández Carvajal
Oración es conversar con el Señor, elevar el alma y el corazón hasta Él para alabarle, darle gracias, desagraviarle, pedirle nuevas ayudas. Esto se puede llevar a cabo por medio de pensamientos, de palabras, de afectos: es la llamada oración mental y la oración vocal; pero también se puede hacer por medio de acciones capaces de transmitir a Dios lo mucho que queremos amarle y lo mucho que lo necesitamos. Así pues, oración es también todo trabajo bien acabado y realizado con visión sobrenatural (Cfr. R. GOMEZ PÉREZ, La fe y los días, Palabra, 3ª ed., Madrid 1973, pp. 107-110.- ), es decir, con la conciencia de estar colaborando con Dios en la perfección de las cosas creadas y de estar impregnando todas ellas con el amor de Cristo, completando así su obra redentora, cumplida no sólo en el Calvario, sino también en el taller de Nazaret.
Hablar con Dios, Tomo 3, N.º 7, Autor: Francisco Fernández Carvajal
María es la Madre atentísima a todas nuestras necesidades, como no lo ha estado ni lo estará ninguna madre sobre la tierra. El milagro tendrá lugar porque la Virgen ha intercedido; sólo por esa petición.
“¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios? Las oraciones de los santos son oraciones de amigos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, de donde procede su eficacia y carácter de autoridad; y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida (...). Nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo en favor de los consternados esposos. Con todo, el corazón de María, que no puede menos que compadecer a los desgraciados (...), la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera (...). Si la Señora obró así sin que se lo pidieran, qué hubiera sido si le rogaran?” (SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO, Sermones abreviados, Sermón 48: De la confianza en la Madre de Dios)
26.1.25
Segunda Carta de San Pablo a los Corintios 12,10
Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Carta 53, a Paulino; Autor: San Jerónimo (347-420) sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Dime, querido hermano: vivir en medio de los Libros sagrados, meditarlos sin cesar, nada buscar ni querer conocer fuera de ellos ¿no es habitar ya el Reino de los Cielos?
El lenguaje de la Escritura Santa te puede sorprender por
su simplicidad o su casi rudeza, ya sea a causa de errores de los traductores o
por el diseño original del escrito. Ella se presenta de tal forma que el primer
auditorio puede instruirse y, en una única frase, el sabio y el ignorante
descubren sentidos inesperados.
No soy un petulante que presume conocer todo lo que
encuentra. Sería querer recoger sobre la tierra los frutos de árboles que
tienen las raíces fijadas en el cielo. Pero confieso que lo deseo y trato de
esforzarme para ello. Estudiemos aquí sobre la tierra, aquello cuyo
conocimiento permanecerá adquirido para el cielo.
6.1.25
Evangelio según San Juan 15,12-17
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los
otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los
amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo
servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi
Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a
ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero.
Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les
mando es que se amen los unos a los otros.