La vida es como un viaje por
el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos
los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida
son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza.
Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas
las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también
luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así
orientación para nuestra travesía.
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