30.12.22
Salmo 71 Oración de un anciano
29.12.22
Sermón 126, 3-4; Autor: San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Admira estos hechos, despierta: sabes admirar las cosas insólitas: ¿acaso son más grandiosas que las que estás acostumbrado a ver? Los hombres se asombraron de que nuestro Señor Jesucristo diera de comer a tantos miles con sólo cinco panes (), y no se asombran de que por obra de unos pocos granos se llenen las tierras de mieses (Mt 14,19ss). Los hombres vieron que el agua se había convertido en vino y se llenaron de estupor (Jn 2,19): ¿qué otra cosa hace la lluvia por medio de la raíz de la vid? El que hizo aquello, hizo esto. (…) |
El Señor hizo prodigios y muchos le despreciaron (…) diciendo para sí: “Estas obras son divinas, pero él no es sino un nombre”. Tú, pues, ves dos cosas: unos hechos divinos y un hombre; pero, si lo divino sólo puede hacerlo Dios, estate atento, no sea que en el hombre se oculta Dios. Fíjate —repito— en lo que ves y cree lo que no ves. Quien te llamó a creer, no te abandonó. Aunque te ordenó creer lo que no puedes ver, no te dejó sin ver algo, a partir de lo cual puedas creer lo que no ves. ¿Acaso las criaturas mismas son signos pequeños, indicios insignificantes del creador? Vino también, hizo milagros. No podías ver a Dios, pero podías ver al hombre: Dios se hizo hombre para que en un único hombre tuvieras algo que ver y algo que creer. |
28.12.22
Forja N° 634; Autor: San Josemaría
Encomiendo de todo corazón, a diario, que el Señor nos conceda el don de lenguas. Un don de lenguas, que no consiste en el conocimiento de varios idiomas, sino en saber adaptarse a la capacidad de los oyentes.
—No se trata de "hablar en necio al vulgo, para que entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos.
—Este don de lenguas es el que pido al Señor y a su Madre bendita para sus hijos.
Primera Carta de San Juan 1,5-7
Anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay tinieblas.
27.12.22
Hablar con Dios, Primero Ser Justos ; Autor: Francisco Fernández Carvajal
La economía tiene sus propias leyes y mecanismos, pero estas leyes no son suficientes ni supremas, ni esos mecanismos son inamovibles. El orden económico no debe concebirse –insiste el Magisterio de la Iglesia– como un orden independiente y soberano, sino que ha de estar sometido a los principios superiores de la justicia social, que corrijan los defectos y deficiencias del orden económico y tengan en cuenta la dignidad de la persona(8 Cfr. Pío XI, Enc. Quadragesimo anno, 15-VI-1931, 37).
La justicia social exige también que al trabajador no se le deje a merced de las leyes de la competencia, como si su trabajo se tratara solo de una mercancía(Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, 34.); y una de las principales preocupaciones del Estado y de los empresarios «debe ser esta: dar trabajo a todos»( Juan Pablo II, En el estadio de Morumbi, 3-VII-1980), pues el paro forzoso es uno de los mayores males de un país y causa de otros muchos en la persona, en las familias y en la sociedad misma.
Quien trabaja en un taller, en la Universidad, en una empresa, no viviría la justicia si no cumple con esmero con su tarea, con competencia profesional, aprovechando el tiempo, cuidando los instrumentos de trabajo que son propiedad de la fábrica, de la biblioteca, del hospital, del taller, de la casa en la que se ayuda en las tareas del hogar. Los estudiantes faltarían a la justicia con la sociedad, con la familia, a veces gravemente, si no aprovechan ese tiempo dedicado al estudio. De modo general, las calificaciones académicas obtenidas pueden ser materia de un buen examen de conciencia. Muchas veces, la poca intensidad en el estudio será la causa de no ser más tarde buenos profesionales, faltando así a la justicia con la empresa en la que se trabaja, por carecer de la preparación debida. Son puntos que con frecuencia deberemos examinar, para vivir delicadamente, delante de Dios y de los hombres, los deberes hacia el prójimo: la justicia, la misericordia y la fidelidad en los pactos y promesas.
26.12.22
Mensaje, 15 de Marzo de 2012; Autor: S. S. Benedicto XVI
"Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro.
Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro.
También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.
Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huida de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena?
Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles?
Dios es la fuente de la verdadera alegría. En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman".
23.12.22
Carta de San Pablo a los Efesios; 6,18_20
Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas. ¡Así podré hablar libremente de Él, como debo hacerlo!
22.12.22
Sermón para la Anunciación, Autor: San Elredo de Rieval (1110-1167) monje cisterciense
“Le pondrán el nombre de Emanuel”
“Emanuel,
que quiere decir ‘Dios con nosotros’”, ¡Sí, Dios con nosotros! Hasta entonces
se había dicho “Dios está por encima de nosotros”, “Dios frente a nosotros”,
pero hoy es el “Emanuel”. Hoy es Dios con nosotros en nuestra naturaleza, con
nosotros en su gracia; con nosotros en nuestra debilidad, con nosotros en su bondad;
con nosotros en nuestra miseria, con nosotros en su misericordia; con nosotros
por amor, con nosotros por lazos de familia; con nosotros por su ternura, con
nosotros por su compasión…
¡Dios
con nosotros! No le habéis visto vosotros, hijos de Adán, subir al cielo para
ser Dios; Dios desciende del cielo para ser Emanuel, Dios-con-nosotros. ¡Viene
a nosotros para ser Emanuel, Dios-con-nosotros, y nosotros descuidamos de ir a
Dios para ser en Él! ¿“Oh, vosotros, humanos ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?” (Sal. 4,3). Mirad que ha venido la
verdad: “¿por qué amáis la falsedad y buscáis el engaño?” Mirad que ha venido
la palabra verdadera e inalterable; “¿por qué buscáis el engaño” Aquí tenéis al
Emanuel, aquí tenéis a Dios-con-nosotros.
¿Cómo
podía Él estar más cerca de mí? Pequeño como yo, débil como yo, desnudo como
yo, pobre como yo… en todo se ha hecho semejante a mí, tomando lo que es mío y
dando lo que es suyo. Yo yacía muerto, sin voz, sin sentido; ya ni tan sólo
poseía la luz de mis ojos. Hoy Él ha descendido, este hombre tan grande “este
profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24,19). “Ha puesto su rostro sobre mi
rostro, su boca sobre mi boca, sus manos sobre mis manos” (2R 4,34) se ha hecho
el Emanuel, ¡Dios-con-nosotros!
Carta a los Romanos: 1,1-7 Autor: San Pablo
De Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por un llamado de Dios, escogido para el Evangelio de Dios.
Esta
Buena Nueva, anunciada de antemano por sus profetas en las Santas Escrituras se
refiere a su Hijo, que nació de la descendencia de David según la carne, y que
el Espíritu de santidad ha designado Hijo de Dios al resucitarlo de entre los
muertos en una obra de poder.
De
él, Cristo Jesús, nuestro Señor, hemos recibido gracia y misión, para que en
todos las naciones sea recibida la fe, para gloria de su nombre. A estos
pueblos pertenecen ustedes, elegidos de Cristo Jesús 7 que están en Roma, a
quienes Dios ama y ha llamado y consagrado. Que de Dios, nuestro Padre, y de
Cristo Jesús, el Señor, les lleguen la gracia y la paz.
21.12.22
Audiencia general 21 de Diciembre de 2011 de S. S. Benedicto XVI
"La Navidad no es un simple aniversario del nacimiento de Jesús; es también esto, pero es más aún, es celebrar un misterio que ha marcado y continua marcando la historia del hombre. Dios mismo ha venido a habitar en medio de nosotros, se ha hecho uno de nosotros; un misterio que conmueve nuestra fe y nuestra existencia; un misterio que vivimos concretamente en las celebraciones litúrgicas, en particular en la Santa Misa". (Audiencia general 21 de Diciembre de 2011)
13.12.22
Carta a su tía; Autor: San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938) monje trapense español
Carta a su tía, 16/11/1935 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 423-424, 426 - §355 y 358)
Tengo un tesoro tan grande, querida hermana… Quisiera dar gritos de alegría y decirle a toda la creación…, alabad al Señor…, amad al Señor…, es tan bueno, es tan grande…, es Dios. […] El mundo no ve; es ciego y Dios necesita amor, mucho amor. Yo no puedo darle todo, soy pequeño, me vuelvo loco. Quisiera que el mundo le amase, pero el mundo es su enemigo.
Señor,
qué suplicio tan grande; yo lo veo y no lo puedo remediar… Yo soy muy pequeño,
insignificante, el amor que te tengo me abruma. Quisiera que mis hermanos, mis
amigos, todos, te amasen mucho, […].
Qué
pena da el ver a los hombres que, al ver pasar a la comitiva de Jesús y sus
discípulos, permanecen insensibles… Qué alegría tendrían los apóstoles y los
amigos de Jesús, cada vez que un alma veía claramente, se desprendía de todo y
se unía a ellos y seguía al Nazareno, que lo único que pedía era un poco de
amor.
¿Vamos
nosotros a seguirle, querida hermana?... Él ve nuestra intención y nos mira, se
sonríe y nos ayuda… Nada hay que temer. Iremos para ser los últimos de la
comitiva que pasa por tierras de Judea, calladitos, pero alimentados con un
amor enorme, inmenso a Jesús… Él no necesita ni palabras, ni ponernos a su
alcance para que nos vea, ni grandes obras ni nada que llame la atención… Ser
los últimos amigos de Jesús, pero los que más le quieren.
Evangelio según San Lucas 21, 8
Jesús contestó: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar; porque muchos usurparán mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías, el tiempo está cerca”. No los sigan
Evangelio según San Juan 4,1-10
Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
31.10.22
Amigos de Dios Nº 9; Autor: San Josemaría
10.10.22
Libro de Isaías 26,7-9.12.16.
La senda del justo es recta, tu allanas el sendero del justo.
Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor:
tu Nombre y tu recuerdo son el deseo de nuestra alma.
Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de
madrugada, porque cuando tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes
del mundo aprenden la justicia.
Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por
nosotros todo lo que nosotros hacemos.
En medio de la angustia, Señor. acudimos a ti, clamamos en la
opresión, cuando nos golpeaba tu castigo.
Homilía n° 5 sobre la sencillez, 137-139; Autor: Filomeno de Mabboug (¿-c. 523) obispo de Siria
Nuestro Señor no ha sido comparado con un león cuando fue conducido a la muerte... Como un cordero, una oveja, guardaba silencio cuando fue llevado a su Pasión y a la muerte: "Callaba como una oveja delante del esquilador. No abrió la boca" en su humillación (Is 53,7)...
De pie delante del juez e interrogado, él, el Maestro y doctor
de toda sabiduría, no responde..., con el fin de cumplir esta palabra:
"Fue llevado al matadero como un cordero" (Is 53,7). Lo llevan
maltratado de un lugar a otro, se lo llevan de un lugar a otro, de un juez a otro
como si fuera mudo. Delante de Anás, se calla (Jn 18,13);
Aunque se le ruega, no habla. Interrogado por Pilatos, guarda
silencio; y hasta que le preguntaron: "¿Eres el rey de Judíos?" (Jn
18,33) no responde. Lo condujeron entonces a Herodes que le interrogó para ver
y escuchar de su boca cosas extraordinarias y para tentarlo (Lc 23, 8s): allí
todavía, guardó silencio, no habló, no respondió a su interrogador. Le vimos
como un loco que no sabe nada, como un insensato que no tiene respuesta. Sus
enemigos pensaron lo que quisieron, pero él no abandonó la inocencia del
cordero.
Libro de Miqueas 2,1-5.
¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo realizan, porque tienen el poder en su mano.
Codician campos y los arrebatan, casas, y se apoderan de ellas;
oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a su herencia.
Por eso, así habla el Señor: Yo proyecto contra esta gente una desgracia tal que ustedes no podrán apartar el cuello, ni andar con la cabeza erguida, porque será un tiempo de desgracia.
9.10.22
Encíclica «Deus Caritas Est»,N° 18; Autor: Benedicto XVI papa 2005-2013
«Todo... depende de estos dos mandamientos»
Hay una interacción necesaria entre amor a Dios y amor al prójimo... Si en mi vida me falta completamente el contacto con Dios, jamás puedo ver en el otro más que el otro y no consigo reconocer en él la imagen divina. Si, por el contrario, en mi vida descuido completamente la atención al otro, deseando solamente ser «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos», entonces mi relación con Dios se seca. Cuando es así, esta relación es solamente «correcta» pero sin amor. Tan sólo mi disponibilidad de ir al encuentro del prójimo, a testimoniarle mi amor, me hace también sensible ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a ese Dios hecho para mí y según su propia manera de amarme.Los santos –pongamos por ejemplo a la beata Teresa de Calcuta-
en su encuentro con el Señor en la Eucaristía, han sacado toda su capacidad de
amar al prójimo de manera siempre nueva y, recíprocamente, este encuentro ha
adquirido todo su realismo y toda su profundidad precisamente gracias a su
servicio a los otros.
Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, es un único
mandamiento. Sin embargo, los dos viven del amor solícito de Dios que nos ha
amado el primero. Así, no se trata ya de un «mandamiento» que nos prescribe
algo imposible desde el exterior sino, por el contrario, de una experiencia de
amor, dada desde el interior, un amor que, por su naturaleza, debe ser
compartido con los otros. El amor crece con el amor. El amor es «divino» porque
viene de Dios y nos une a Dios y, a través de este proceso de unificación, nos
transforma en un Nosotros, que sobrepasa nuestras divisiones y nos hace llegar
a ser uno hasta que, al final, Dios sea «todo en todos».
Homilías sobre san Mateo, nº 61; Autor: San Juan Crisóstomo (c. 345-407)
«Ten paciencia conmigo»
Cristo nos pide dos cosas: condenar nuestros pecados y perdonar los de los otros; hacer la primera cosa a causa de la segunda, que así será más fácil, porque el que se acuerda de sus pecados será menos severo hacia su compañero de miseria. Y perdonar no sólo de palabra, sino desde el fondo del corazón, para no volver contra nosotros mismos el hierro con el cual queremos perforar a los otros. ¿Qué mal puede hacerte tu enemigo que sea comparable al que tú mismo te haces con tu acritud?...
Considera, pues, cuantas ventajas
sacas si sabes soportar humildemente y con dulzura una injuria. Primeramente,
mereces –y es lo más importante- el perdón de tus pecados. Además, te ejercitas
a la paciencia y a la valentía. En tercer lugar, adquieres la dulzura y la
caridad, porque el que es incapaz de enfadarse contra los que le han
disgustado, será mucho más caritativo aún con los que le aman. En cuarto lugar
arrancas de raíz la cólera de tu corazón, lo cual es un bien sin igual. El que libera su alma de la cólera, evidentemente arranca de ella la tristeza: no
gastará su vida en penas y vanas inquietudes. Así es que, odiando a los otros
nos castigamos a nosotros mismos; amándolos nos hacemos el bien a nosotros
mismos. Por otra parte, todos te venerarán, incluso tus enemigos, aunque sean
los demonios. Mucho mejor, comportándote así ya no tendrás más enemigos. El
Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.
Aleluya.
26.7.22
6.7.22
Evangelio según San Mateo 5,43-48
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás
a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él
hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e
injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿Qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿Qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que
está en el cielo.
5.7.22
Paz y amor por la paz; Autor: San Titus Brandsma (1881-1942) carmelita holandés, mártir
Aunque amemos la paz y tengamos esperanza en el fondo del corazón de que
San Titus Brandsma
nuestra acción en favor de la paz no será inútil, ni vosotros ni yo podremos eludir las presiones de este tiempo.
Esto significa que no podemos liberarnos de la duda de que,
según las leyes de la historia, algo pueda cambiar: una guerra sucede a otra
guerra, y cada vez, esto es un golpe mortal para la causa de la paz. Vivimos
todavía demasiado bajo la influencia de los que afirman que los que quieren la
paz deben armarse para vencer la guerra...
Es notable de comprobar que en el curso de los siglos,
brotan constantemente héroes de paz, predicadores del mensaje de paz...
Encontramos a estos mensajeros, estos apóstoles de la paz en todo tiempo y en
todo lugar. Y en nuestros días, por suerte, no carecemos de eso. Pero ningún
mensajero de la paz, ha encontrado un eco más vasto que aquel al que llamamos
el Rey de la paz (Is 9,5). Permitidme recordaros quién es este mensajero. El
día de Pascua, parecía que los apóstoles habían perdido toda esperanza desde la
muerte de Cristo en la cruz. Mientras que a los ojos del mundo la misión de
Cristo había terminado, había fracasado, era incomprendida, él apareció en
medio de sus apóstoles reunidos en el Cenáculo por temor a los enemigos, y, en
lugar de declaraciones belicosas contra sus adversarios, ellos escuchan decir:
"Os dejo mi paz, os doy mi paz. No os la doy como la da el mundo" (Jn
14,27)
Querría repetir esta palabra, hacerla resonar en el mundo
entero, sin preocuparme de quién la escuchará. Querría repetirla tan a menudo
que, aunque la neguemos, lográramos escucharla hasta que todos nosotros la
hayamos oído y comprendido.
2.7.22
Autor: San León Magno
«La participación del cuerpo y de la sangre de Cristo no hace otra cosa sino convertirnos en lo que recibimos, y que seamos portadores, en nuestro espíritu y en nuestra carne, de aquel en quien y con quien hemos sido muertos, sepultados y resucitados»
16.6.22
Entonces verás claro; Autor: Doroteo de Gaza
Hay otras personas que tienen un temperamento que todo lo transforman en buenos humores, incluso los malos alimentos...
Nosotros
igualmente, si tenemos buenas costumbres y nuestra alma está en buen estado,
podemos sacar provecho de todo, incluso de aquello que no es aprovechable. El
libro de los Proverbios lo dice muy bien: «Aquel que mira con dulzura, obtendrá
misericordia» (12,13). Pero en otra parte dice: «Al hombre insensato todas las
cosas le contradicen» (14,7).
He oído decir de un hermano que, si yendo a ver a otro
encuentra su celda dejada y en desorden, se dice para sí mismo: «¡Cuán dichoso
es este hermano de estar completamente desasido de las cosas terrestres y de
llevar su espíritu siempre en lo alto, que no tiene ni tan sólo el placer de
arreglar su celda!» Si a continuación va a la celda de otro hermano y la
encuentra arreglada, limpia y en orden, se dice: «¡La celda de este hermano
está tan limpia como su alma. ¡El estado de su celda corresponde al estado de
su alma!» Jamás dice de ninguno: «Éste es desordenado» o bien: «Éste es
frívolo». Gracias a su excelente estado saca siempre provecho de todo. Que
Dios, en su gran bondad, nos dé, a nosotros también, un buen estado interior
para que podamos aprovecharnos de todo y jamás pensemos mal del prójimo. Si
nuestra malicia nos inspira malos juicios o sospechas, transformémoslas
rápidamente en buenos pensamientos. Puesto que no ver el mal del prójimo, con
la ayuda de Dios, engendra bondad.
26.5.22
Hablar con Dios, En la fiesta de la Ascensión, Autor: Francisco Fernández Carvajal
Los ángeles dicen a los Apóstoles que es hora de comenzar la inmensa tarea que les espera, que no se debe perder un instante. Con la Ascensión termina la misión terrena de Cristo y comienza la de sus discípulos, la nuestra. Y hoy, en nuestra oración, es bueno que oigamos aquellas palabras con las que el Señor intercede ante Dios Padre por nosotros mismos: no pido que los saques del mundo, de nuestro ambiente, del propio trabajo, de la propia familia..., sino que los preserves del mal(Jn 17, 15). Porque quiere el Señor que cada uno en su lugar continúe la tarea de santificar el mundo, para mejorarlo y ponerlo a sus pies: las almas, las instituciones, las familias, la vida pública... Porque solo así el mundo será un lugar donde se valore y respete la dignidad humana, donde se pueda convivir en paz, con la verdadera paz, que tan ligada está a la unión con Dios.
«Nos recuerda la fiesta de hoy que el celo por las almas es un mandato del Señor, que, al subir a su gloria, nos envía como testigos suyos por el orbe entero. Grande es nuestra responsabilidad: porque ser testigo de Cristo supone, antes que nada, procurar comportarnos según su doctrina, luchar para que nuestra conducta recuerde a Jesús, evoque su figura amabilísima»( San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 122).
Quienes conviven o se relacionan con nosotros nos han de ver leales, sinceros, alegres, trabajadores; nos hemos de comportar como personas que cumplen con rectitud sus deberes y saben actuar como hijos de Dios en las incidencias que acarrea cada día. Las mismas normas corrientes de la convivencia –que para muchos quedan en algo externo, necesario para el trato social– han de ser fruto de la caridad, manifestaciones de una actitud interior de interés por los demás: el saludo, la cordialidad, el espíritu de servicio...
3.3.22
Última audiencia general del 27 de Febrero de 2013 de SS Benedicto XVI
El Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir.
Pero siempre supe que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es Suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede empañar.
Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios, porque jamás ha dejado que falte a toda la Iglesia y tampoco a mí su consuelo, su luz, su amor. Queridos amigos, Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única visión verdadera del camino de la Iglesia y del mundo. Que en nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, esté siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cerca de nosotros y nos cubre con su amor.
27.2.22
26.2.22
Es Cristo que Pasa Nº 59, Autor: San Josemaría
Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza.
23.2.22
21.2.22
Y vosotros, ¿Quién decís que soy?, Autor San Pablo VI
Debo proclamar su nombre: Jesús es “el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,6). Él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es “el primogénito de toda criatura”, es el que “todo se mantiene en él” (Col 1,15.17). Es el señor de la humanidad y su redentor; nació, murió y resucitó por nosotros.
Es el centro de la historia del mundo; nos conoce y nos ama; es el compañero y amigo de nuestra vida “el hombre de dolores” (Is 53,3) y de la esperanza; es el que ha de venir y que, al final será nuestro juez y también, es nuestra confianza, nuestra vida plena y nuestra bienaventuranza.No acabaría nunca de hablar de él; es la luz, es la
verdad; mucho más, es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Él es el pan,
la fuente de agua viva que sacia nuestra hambre y nuestra sed. Es nuestro
pastor, nuestro jefe, nuestro modelo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Igual
que nosotros y más que nosotros ha sido pequeño, pobre, humillado, trabajador,
oprimido, sufriente.
20.2.22
Vita Consecrata N° 75, Autor: Juan Pablo II
Cristo llama sin cesar nuevos discípulos, hombres y mujeres para comunicarles, gracias a la efusión del Espíritu Santo (cf Rm 5,5) el amor divino, el ágape, su manera de amar, y para exhortarlos a servir a los prójimos en el humilde don de sí mismos, lejos de todo cálculo interesado. Pedro que se extasía ante la luz de la transfiguración exclama: “¡Señor, ¡qué bien estamos aquí!” (Mt 17,4) es invitado por Jesús a volver a los caminos de la vida, para continuar en el servicio del Reino de Dios.
“¡Pedro,
baja! Tú querías descansar en la montaña; baja y proclama la Palabra, amonesta
a tiempo y a destiempo, reprocha, exhorta, anima con gran bondad y con toda
clase de doctrina. Trabaja, esfuérzate, soporta las torturas para poseer lo que
está significado en las vestiduras blancas del Señor, también en la blancura y
la belleza de tu recto obrar, inspirado por la caridad” (S. Agustín).
Aunque la
mirada del apóstol esté fija en el rostro del Señor, no disminuye en nada su
compromiso a favor de los hombres; al contrario, lo refuerza dándole una nueva
capacidad de actuar sobre la historia, para liberarla de todo aquello que la
corrompe.
18.2.22
15.2.22
Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2832
Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo . Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.
14.2.22
Amigos de Dios Nº 198, Autor: San Josemaría
Tú has conocido lo que el Señor te proponía, y has decidido acompañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va dando, ha de ser operativa y sacrificada. No te hagas ilusiones, no pienses en descubrir modos nuevos. La fe que El nos reclama es así: hemos de andar a su ritmo con obras llenas de generosidad, arrancando y soltando lo que estorba.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Basílica Vaticana Miércoles 29 de junio de 2011
Las palabras de Jesús sobre la amistad están en el contexto del discurso sobre la vid. El Señor enlaza la imagen de la vid con una tarea que encomienda a los discípulos: «Os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16). El primer cometido que da a los discípulos, a los amigos, es el de ponerse en camino –os he destinado para que vayáis-, de salir de sí mismos y de ir hacia los otros. Podemos oír juntos aquí también las palabras que el Resucitado dirige a los suyos, con las que san Mateo concluye su Evangelio: «Id y enseñad a todos los pueblos...» (cf. Mt 28,19s). El Señor nos exhorta a superar los confines del ambiente en que vivimos, a llevar el Evangelio al mundo de los otros, para que impregne todo y así el mundo se abra para el Reino de Dios. Esto puede recordarnos que el mismo Dios ha salido de sí, ha abandonado su gloria, para buscarnos, para traernos su luz y su amor. Queremos seguir al Dios que se pone en camino, superando la pereza de quedarnos cómodos en nosotros mismos, para que Él mismo pueda entrar en el mundo.